<h1>El experimento de la naranja inflamable</h1>

El de hoy es un experimento muy, muy sencillo y a la vez sorprendente. Descubriremos que una simple naranja no es tan inocua como parece, si no que más bien es bastante... ¡inflamable!

Materiales:

- Una naranja.
- Un cuchillo.
- Una vela.
- Un mechero.

Procedimiento:

Lo primero que tenemos que hacer es cortar unos trozos de piel de naranja con el cuchillo. Tenemos que cortarlos "a ras", es decir, sin llegar a cortar el fruto en sí. Han de ser lo suficientemente grandes como para doblarlos fácilmente.

Una vez cortados, procedemos a hacer el experimento. Para ello, encendemos primero la vela con el mechero y la depositamos en la mesa. Nos tenemos que asegurar de que no haya nada alrededor que se pueda prender.

Hay dos formas de hacerlo. La primera es simplemente acercando la piel de la naranja a la llama y apretándola, siempre con la parte externa de cara al fuego.

La otra manera es calentando previamente la piel, acercándola a la llama. Veremos que toma un color oscuro. Una vez calentada, llevamos a cabo el mismo procedimiento: doblamos la piel y la apretamos. De esta forma el resultado será más vistoso.

Explicación:

La explicación es muy fácil. Las naranjas, al igual que otros cítricos como los limones o las mandarinas, tienen en su piel unos pequeños depósitos llenos de aceite. El aceite es una sustancia inflamable, por lo que, al acercar la piel a la llama de la vela y apretarla, este aceite sale disparado y combustiona.

Cuando calentamos previamente la piel de la naranja, lo que ocurre es simplemente que el aceite se expande y sale con mayor fuerza.


Aunque sea un experimento casero muy sencillo, os recordamos que siempre que utilizamos fuego tenemos que hacerlo bajo la supervisión de un adulto y con las medidas de precaución adecuadas.



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